miércoles, 20 de octubre de 2010

Vuelta al 'cole'

Da un perezón casi invencible; o sea: llegados a un determinado nivel profesional, eso de seguir estudiando, aprendiendo, hincando codos, como que no. Pero como que sí es obligatorio…

El que no avanza, retrocede. Etcétera. Si dijeras basta, estás perdido. Etcétera. Hay que correr mucho para permanecer siempre en el mismo sitio. Etcétera.Tire p’alante que empujan atrás. Etcétera.

En suma: cualquier jefe, empleado, colega, subordinado, autónomo, trabajador, profesional que no viva en la higuera, en la luna de Valencia o en las cuevas de Altamira –cualquiera que tenga que batirse el cobre cada día para conservar su curro y para subir puestos en el escalafón, que es ambición noble, loable y hasta obligatoria– sabe que no puede quedarse estancado en los conocimientos que adquirió en los inicios de su formación, que las ciencias –empresariales, laborales– adelantan que es una barbaridad en cualquier sector de actividad que se nos ocurra; que las “herramientas de trabajo” –materiales e intelectuales– se renuevan a velocidad de vértigo y que no hay futuro para quienes se dejen llevar por la pereza intelectual y se nieguen a seguir estudiando, aprendiendo, hasta la jubilación ¡¡¡y más allá!!!... O ¡¡¡hasta el infinito y más allá!!!, si lo prefieren y, como yo, son admiradores incondicionales de la saga Toy Story…
Ejemplos tenemos hasta en las criaturas casi de teta de que la gama de materias que hoy se imparten en los mejores centros de enseñanza se ha sacudido el polvo de "lo tradicional", "lo de siempre" y está incluyendo novedades tan apabullantes y sorprendentes como posiblemente necesarias… Por ejemplo: yo conozco ya a un montón de niñas y niños que, además de inglés, están aprendiendo alemán ¡y chino! desde su más tierna infancia… Cuando tuve noticia de esta novedad, la verdad es que mi reacción inicial fue de escalofrío; e, incluso, de un pelín de compasión: que una chavalina o un chavalín de seis o siete años tenga que esforzase por aprender idiomas tan endiablados me parecía una tortura china (precisamente).

Pero lo cierto es que entiendo lo razonable de someter a los niños de hoy a este esfuerzo que, mañana, les abrirá las puertas de un futuro amplísimo, enorme; el aprendizaje del idioma del país que se perfila como el coloso económico del futuro, de China, los plantará en el umbral de unas oportunidades laborales, profesionales, económicas y empresariales casi inimaginables… ¿Que para estos chavalines y chavalinas sería más divertido aprender a montar a caballo o tomar clases de monopatín? Sin duda… Sin embargo, las alumnitas y alumnitos de alemán y chino con los que he tenido la oportunidad de hablar no se quejan demasiado: hasta dicen que se lo pasan tan ricamente porque el chino, especialmente, se parece mucho a hacer un puzle. ¡Criaturitas!
En estos días, también he escuchado por la radio anuncios de cursos que me han dejado de piedra (pómez)… Hay uno, en concreto, que promete el oro y el moro laboral, un futuro profesional de desayunos con diamantes si los alumnos consiguen convertirse, gracias a las lecciones de este curso, en una cosa que se llama personal shopper, ¡ahí queda eso!... La verdad es que yo tenía ya oído algo de tal profesión que consiste, esencialmente, en hacerles las compras a personas súper ocupadas. Tal cual: ropa, zapatos, ingredientes para una cena… En síntesis: los "chicos de los recados" de toda la vida, aunque en versión lo más moderno. Lo que me pregunto es qué enseñarán en esos cursos, porque el asunto no me parece tan complicado: buen gusto, buena voluntad, conocimiento del cliente y punto pelota.

Lo del aprendizaje temprano –tempranísimo– del chino me lleva a una conclusión referida al constante aprendizaje que exige la puesta al día en cualquier profesión u oficio: no hay que poner cara de susto ni rechazar de plano ninguna oferta de conocimientos y técnicas nuevas, por muy alejadas que nos puedan parecer de nuestro trabajo habitual o por muy extemporáneas e inútiles que se nos antojen respecto a los objetivos que nos hemos marcado… El futuro no está escrito y la nueva responsabilidad a la que podríamos ser llamados, tampoco. Por lo demás, hagamos como los chavales: tratemos de introducir en la "obligación" de seguir estudiando y aprendiendo una cierta dosis de "diversión".

Lo del personal shopper también me enseña algo: no toda la formación que se nos ofrece y reluce es oro… Nos pueden llegar propuestas –incluso órdenes– de acudir a tal o cual curso, cursillo o cursito que no son más que chorradas, absolutas pérdidas de tiempo y desgaste inútil para nuestras neuronas… En esos casos, declaremos el cursito “materia optativa” ante quien corresponda y reclamemos el derecho a hacer novillos de tal memez.

No obstante, convenzámonos de que el universo laboral es y será, hoy más que nunca y en el futuro más que en el presente, un aula sin muros en la que, el que no va clase, ni sale en la foto ni sube en el escalafón, ni progresa profesional y vitalmente.

Expansión & Empleo