miércoles, 14 de diciembre de 2011

¡Me aburro mucho en la oficina!

Un profesional dedica casi la mitad de su tiempo a trabajar, demasiado para no divertirse. La indiferencia y el hastío en el trabajo llevado al extremo es el ‘bore out’, un síndrome que le aboca a la muerte laboral, perjudica el trabajo en equipo y, además, le puede costar el puesto.

Si siente que su trabajo no vale nada, que nadie lo aprecia y que sus pequeñas aportaciones dan el triunfo a otros, tiene dos opciones: cambiar de trabajo en cuanto se presente la mejor ocasión y dejar de ser un héroe anónimo o aburrirse, dedicarse a otras tareas que le permitan pasar el tiempo cómodamente y hacer lo justo para que no se note su indiferencia. Si consigue no llamar la atención de su jefe habrá logrado su objetivo, pero las consecuencias para su futuro son nefastas. Está al borde de la muerte laboral.

De momento, padece usted de bore out, un síndrome laboral que padece el 33% de los empleados que confiesa que su trabajo le aburre. Estos profesionales pasan horas llamando a sus familiares, actualizando sus redes sociales o practicando el ego surfing, el deplorable hábito de averiguar cuántas veces aparece su nombre en Internet. No se escaquean de sus actividades pero se evaden silenciosamente de ellas, fingen estar ocupados en otros asuntos y prolongan sus tareas para dedicarse a otras actividades.

Daños colaterales
Fernando Botella, CEO de Thinking & Action, asegura que “el aburrimiento aparece en modelos de infraexigencia, es decir, cuando las habilidades no están a disposición de la empresa; los miembros de un equipo están dedicados a tareas por debajo de su nivel; y, sobre todo, cuando esta situación se prolonga en el tiempo”.

Una vez más la falta de liderazgo tiene la culpa. “El desprecio de los directivos al talento de sus colaboradores suele ser uno de los principales predictores de aburrimiento en los equipos y de alejamiento de la excelencia profesional. Porque cuando se convierte en crónico debilita al colaborador, le puede llevar a ser cada vez peor y a obtener peores resultados”, añade.

Aunque la comodidad que reporta tenerlo todo controlado puede ser placentera, a la larga la indiferencia, el tedio y el hastío en el puesto de trabajo tiene efectos más negativos que el estrés. Paco Muro, presidente de Otto Walter, dice que “la inactividad no es buena para el ánimo, y no sentirse útil, o no tener nada que hacer por culpa de la torpeza de los que dirigen y distribuyen las tareas acaba siendo terriblemente aburrido”.

Esta carencia de gestión puede tener efectos muy nocivos en el clima laboral: los que realmente trabajan ven con estupor cómo el aburrido prolonga sus actividades hasta el límite y finge estar ocupado cuando, si quisiera, podría aportar mucho más. “Tienen que aguantar al aburrido, su cara larga y su falta de proactividad. Este tipo no reparte nada bueno y su energía negativa puede acabar contagiando a otros”, aclara Muro.

Javier Mateos, director general de Think&Go, identifica a los jefes y en primera instancia a los responsables de selección como los culpables de estos daños colaterales: “Los sobrepreparados no ven retos en su trabajo, el jefe observa que todo se hace pero ignora que podría hacerse mejor y antes”.

Muro apunta que “hay que gestionar el ánimo de cada miembro y la sintonía del equipo. Alguien que no encaja en el trabajo asignado, difícilmente sabrá encontrar el lado bueno de lo que hace y sabrá entretenerse”. Atajar el bore out es una obligación para los jefes y, si el aburrimiento en el trabajo le supera, lo mejor es que actúe si no quiere morir laboralmente.


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