¿Puede impulsar el coaching la voluntad? Cuando hablamos de coach podríamos estar hablando de un facilitador que
trabaja en el plano mental, y puede que también en el físico. Y cuando hablamos
de coaching hacemos referencia a una actividad que
consiste en facilitar que otro alcance un propósito determinado trabajando
sobre la forma en que aborda ese tema, tanto en el ámbito mental como en el de
la conducta, así podríamos decir que el coach es un
entrenador mental.
Isabel
Aranda, Doctora en psicología. Psicólogo Experto en coaching
psEC® Coach ejecutivo, ICF.
Coordinadora del grupo de Psicología y coaching del
Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.
La International Coach Federation (ICF) principal asociación
profesional mundial, define el coaching
como la “Relación profesional continuada que ayuda a obtener resultados
extraordinarios en la vida, profesión, empresas o negocios de las personas.
Mediante el proceso de coaching, el cliente
profundiza en su conocimiento, aumenta su rendimiento y mejora su calidad de
vida”. Jim Selman dice que coaching “es la relación
profesional continuada que ayuda a obtener resultados extraordinarios en la
vida, profesión, empresas o negocios de las personas”. Y tiene una especial
significación el calificativo de extraordinario ya que al cambiar su forma de
abordar el tema el coachee cambia la lógica ordinaria
de sus resultados, consiguiendo con ello resultados fuera de de esa lógica y
que devienen, por ello, “extraordinarios”.
Para conseguir ese tipo de resultados
es necesario cambiar. Muchos definen el coaching como
el método del cambio. Un cambio que se consigue con el entrenamiento mental
necesario para percibir, discriminar, analizar, sentir, evaluar y actuar de una
forma diferente con eficiencia. Como resultado de ello se consiguen nuevos
resultados, de forma rápida y en equilibrio sistémico para el coachee.
Y cambiar es dejar nuestros hábitos
habituales y adoptar nuevas formas de hacer y de ser más acordes con nuestras
necesidades y deseos. Henry Ford sentenció “Nadie cambia si no siente la
necesidad de hacerlo” y así es, para cambiar se necesita sentir la necesidad de
cambiar como primer paso, y como segundo, un acto deliberado de voluntad que
inicie y mantenga el cambio.
Es uno de los conceptos más debatidos
y difíciles de la Filosofía,
especialmente cuando se pone el foco en el libre albedrío.
Cuando un coachee
solicita un proceso de coaching suele sentirse en un
espacio difuso en el que la voluntad está disminuida o confusa. Pero, y esto es
lo esencial, siente la desazón de no estar donde quiere y necesita cambiar.
QUÉ
ES LA VOLUNTAD
Voluntad es querer (del latín
voluntas-atis). El Diccionario de la Lengua Española
define en su primera acepción la voluntad como “la capacidad de decidir y
ordenar la propia conducta”, y en su quinta como “intención, ánimo o resolución
de hacer algo”. Podríamos afirmar que la voluntad es la capacidad que tenemos
las personas para decidir y ordenar libremente nuestra conducta de forma
intencionada. Es el proceso psicológico que nos permite actuar conscientemente
y decidir qué voy a hacer, tener intención de hacerlo y dirigirme a ello. Es un
tema abordado en diferentes disciplinas como la Filosofía, la Economía, el Derecho y la Psicología. Se ha
tratado como sinónimo de libre albedrío, intención, toma de decisiones,
autocontrol, volición, acción voluntaria, etc. Tradicionalmente se ha explicado
como un factor interno responsable del comportamiento. Para el filósofo Jose
Antonio Marina la voluntad es una herramienta de lo que él denomina la
inteligencia ejecutiva. Nuestro hacer es fruto de poner en práctica esa
inteligencia ejecutiva, cuyas herramientas son orden, constancia, voluntad y
motivación.
A veces es fruto de un análisis de
las opciones y de las ventajas e inconvenientes que me llevan a elegir aquello
que deseo hacer porque considero lo más conveniente para mí. El psicólogo
Skinner (1957) señala que la voluntad suele estar implicada en situaciones en
las que la persona tiene que hacer elecciones acerca de su propio
comportamiento y, para su línea conductista de la Psicología, en la
voluntad hay que enfatizar los aspectos antecedentes y consecuentes del
comportamiento en los que son claves las consecuencias reforzantes
de la conducta entre las que está simplemente escapar del conflicto interno que
genera la indecisión o la incertidumbre de no saber o no poder hacer algo.
Podríamos decir que a tener voluntad
se aprende, y según Luria, que continua
los trabajos de Vigotsky, este aprendizaje comienza
en la relación del niño con su madre cuando responde a sus señalamientos y
órdenes y el niño comienza a realizar comportamientos deliberados.
En la Teoría de la inteligencia
emocional, de Salovey y Mayer, la voluntad sería una
fuerza impulsora del auto-liderazgo y la orientación al logro. Gracias a ella
elijo y decido lo que hago o no de forma consciente y, por lo tanto, soy libre
para hacerlo o no. De ahí que en la historia de la Filosofía se haya
vinculado al libre albedrío y a la libertad.
Es, probablemente, la facultad que
más nos individualiza. El psicoanalista Otto Rank
afirmaba que “la voluntad es la forma en que el ser humano experimenta su
individualidad” la que más nos hace un ser singular. Así es, con mi voluntad
decido y hago, y, por encima de todo, expreso quién soy. Muestro lo que soy con
lo que quiero. Está tan directamente vinculada con mi
ser, que, en la medida en que soy consciente de mi ser, lo soy de mi voluntad,
de mis elecciones y acciones.
Con frecuencia no somos conscientes
de nuestro ser, y tampoco lo somos de nuestra voluntad, y lo que es peor, no
somos conscientes de nuestra inconsciencia. Desde estas inconsciencias
difícilmente puedo desarrollarme como persona y elegir el futuro que deseo. Y
es aquí precisamente donde empieza el trabajo del coach,ayudando a la toma de consciencia de uno mismo y,
como consecuencia, de la voluntad de cambio.
Por tanto, podríamos decir que en la
voluntad se dan:
• Consciencia de donde estoy, dónde quiero
estar y qué opciones tengo.
• Evaluación de las consecuencias de mi
conducta.
• Libertad para optar entre las opciones que
identifico.
• Elección de objetivos y acciones a
realizar para alcanzarlos.
• Compromiso conmigo mismo de mi empeño en
conseguir el objetivo.
• Responsabilidad entendida como capacidad
para hacer lo que me propongo.
• Acción hacer lo que he determinado hacer
para alcanzar mis objetivos.
Todos y cada uno de ellos son
elementos que se trabajan en el coaching. Sin
consciencia inicial no hay posibilidad de cambio, sin la evaluación de las
consecuencias de los actos y sin la libertad del coachee
para elegir no hay opciones que le sean útiles, sin su elección de objetivos y
acciones no habrá cambio en sus resultados; sin el compromiso consigo mismo
para conseguir el objetivo no habrá posibilidades de que lo consiga puesto que,
y este es el siguiente componente, sin la responsabilidad del coachee para elegir y hacer, no podrá llegarse al último
componente, la acción deliberada y sistemática para conseguir el objetivo. A
tenor de esto podríamos afirmar que la voluntad es un elemento básico, nuclear
e imprescindible en un proceso de cambio como es el coaching.
¿VOLUNTAD
= ENERGÍA?
La voluntad tiene una gran capacidad
energética que nos impulsa, da seguridad y fuerza. Decía Einstein “Hay una fuerza
motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y aenergía
atómica: la voluntad”. De hecho la expresión habitual es “fuerza de voluntad”
porque entendemos muy bien la potencia que tiene en nuestro comportamiento. La
motivación para tener voluntad es la cantidad de esfuerzo que la persona está
dispuesta a hacer para alcanzar su meta. Siempre hay voluntad, aunque esta esté
dirigida a permanecer como y donde estamos. Y siempre hay energía latente que
podemos desarrollar. Tenemos más fuerza de voluntad cuanto mejor nos
desvinculamos de las exigencias exteriores y más conscientes somos de nuestros
impulsos y los dirigimos. El diálogo de coaching le
lleva al coachee a analizar sus exigencias externas y
evidenciar qué utilidad tienen para él.
Precisamente en relación con este
diálogo la Teoría
de las expectativas de Vroom, Deci
y Porter, arroja luz para comprender el alcance de la voluntad, ya que señala
que no solo está la motivación para conseguir una meta, también hay otros
factores que pueden intervenir en su puesta en práctica. Así, en el resultado
final habría tres factores: la motivación, la capacitación y la percepción del
rol, que tienen una especial significación en el ámbito empresarial y
educativo.
1. La
motivación, a su vez depende de cuánto valor otorgo a la recompensa que
obtendré con la conducta (Valencia) y de la probabilidad subjetiva de obtenerla
si hago el esfuerzo adecuado. Esta probabilidad, a su vez, puede descomponerse
en dos: la idea que me hago de que el esfuerzo me conduce al resultado
(Expectativa) y la probabilidad de que una vez obtenido el resultado alcance la
recompensa (Instrumentalidad). Una elevada motivación
no basta para tener la voluntad de alcanzar la meta. Al final la motivación va
a depender de cuánto valor atribuya a la recompensa que me espera por realizar
esa conducta y de la probabilidad subjetiva (expectativa x instrumentalidad)
que perciba de que puedo efectivamente alcanzar la recompensa si logro la meta.
2. La
capacitación son las habilidades que creo tener para alcanzar la meta.
3. La
percepción del rol, el grado de correspondencia entre lo que pienso que debo
hacer y lo que otros, como es un jefe, un padre, un maestro, esperan de mí.
Cuando la recompensa se percibe como
muy valiosa y yo me percibo a mí mismo con una alta capacidad para conseguir la
meta. La motivación es alta y la voluntad puede verse reforzada para cumplir
los objetivos. El tercer factor, la percepción del rol, en el que se combinan
mis propias expectativas sobre mi comportamiento con las expectativas de
personas significativas para mí y mi desempeño, generará no solo la voluntad
necesaria para alcanzar las metas sino un elevado grado de realización. Por el
contrario un bajo valor en cualquiera de estas variables origina un sensible
descenso en la consecución de las metas.
Por lo tanto, la voluntad actúa como
motor de mi conducta no solo para iniciarla sino también para mantenerla.
Cualquier proyecto o acción que requiera voluntad requiere esfuerzo y
determinación para hacer determinados actos y para dejar de hacer otros.
La decisión de hacer algo tiene que
ser realista, inmediata y programada. De nada sirve esperar “hasta el lunes”,
“el próximo mes”, o “a primeros de año”. Dejar para más tarde lo que hay que
hacer ahora es procrastinar. La decisión se quedará en solo buenos propósitos
si no hay un compromiso personal con ella, que solo puede ser fruto de la
coherencia entre lo que quiero y lo que es prioritario para mí. El coach facilita que el coachee
descubra sus prioridades y se comprometa con su decisión, muchas veces solo con
servir de espejo en el que el coachee se puede ver en
perspectiva.
La voluntad surge de dos formas:
• De
forma espontánea, desde la motivación y el convencimiento de querer conseguir
algo, como hacer un ejercicio de gimnasia, reunir a unas personas o elegir un
plato del menú.
• De
forma consciente, desde la decisión de realizar algo haya o no inconvenientes
para conseguirlo, como terminar de estudiar aunque no nos guste la materia,
preparar un informe a pesar del cansancio o levantarnos de la cama.
Es una facultad esencial del ser
humano que le permite no solo elegir su conducta, sino incluso llevar a cabo
acciones contrarias a las tendencias inmediatas del momento. Sin voluntad no se
pueden lograr los objetivos planeados.
La voluntad se aplica en dos
direcciones opuestas y, muchas veces, complementarias: eliminar y empujar. Para
eliminar o inhibir impulsos automáticos, comportamientos ineficaces, hábitos
inadaptados. Para empujar hacia los logros que nos planteamos. Si hablamos de
cambio, hablamos de una voluntad aplicada en ambas direcciones; por un lado,
tendremos que eliminar nuestro comportamiento actual y, por otro, adoptar un
comportamiento nuevo. Sustituir hábitos requiere, por lo tanto, un esfuerzo
doble, opuesto y complementario a la vez. Para el coachee,
el apoyo y la claridad de criterios que consigue gracias al coaching
es fundamental para que comprenda la doble valencia de su cambio: dejar de
hacer y hacer diferente, y que redunde en los resultados deseados rápida y
eficazmente.
LOS
FUNDAMENTOS DE LA VOLUNTAD
En el surgimiento de la voluntad,
tiene que haber un para qué y cuanto más claramente esté definido más
probabilidades hay de que la motivación necesaria aparezca. Tener un objetivo
es esencial para que haya motivación, es un destino concreto al que dirigirse,
pero también es una guía para llegar a él. Edwin Locke (1968) en su Teoría del
establecimiento de metas nos habla de la necesidad de que el objetivo esté
claramente definido para que guíe eficazmente la acción. Así, un objetivo
consciente es un objetivo del que está convencida la persona y para el que se
esfuerza en su conducta. La especificidad de meta es el grado de precisión
cuantitativa y claridad de la meta; la dificultad de la meta es el grado de
desempeño que se requiere para alcanzarla y el compromiso de meta es la
cantidad de esfuerzo –podríamos decir de voluntad- que será necesario para
alcanzarla.
Todas estas son distinciones que
pueden ayudar al coach a desmenuzar para el coachee el análisis de sus metas y facilitarle con ello una
comprensión exacta del alcance e intensidad de sus objetivos.
Pero no basta solo con saber qué se
quiere conseguir, es decir, no es suficiente con tener una meta. El concepto de
autoeficacia de Bandura (1992) adquiere un especial
peso en que una persona tenga la voluntad de hacer algo. La autoeficacia es la
atribución que hace una persona de su capacidad para conseguir un logro. Una
persona es auto-eficiente cuando ante un objetivo se siente capaz de lograrlo.
Si la persona se considera muy capaz, con una fuerte sensación de autoeficacia
se incrementa su capacidad de conseguir logros, además de un incremento de la
sensación de bienestar personal. Las personas que tienen gran seguridad en su
capacidad de acción consideran las tareas difíciles retos que han de ser
superados y no como amenazas que tendría que evitar, lo que les lleva a fijarse
tareas difíciles y mantener un fuerte compromiso con ellas. Ante la posibilidad
de fracaso aumentan y reafirman aún más sus esfuerzos y su voluntad de
conseguir su propósito. Su capacidad de resiliencia es muy alta y recuperan
rápidamente su sensación de eficacia después de contratiempos o fracasos.
Atribuyen el fracaso a un esfuerzo insuficiente o a una falta de conocimiento o
habilidades que pueden ser adquiridas. Se enfrentan a las situaciones de
amenaza con la seguridad de que realmente son capaces de ejercer un control
sobre ellas.
Por el contrario, las personas que
dudan de sus capacidades huyen de tareas difíciles, sus aspiraciones son bajas
y no se comprometen con las metas que deciden fijarse. Al enfrentarse a tareas
difíciles, se quedan cavilando sobre sus deficiencias personales, los
obstáculos que van a encontrar y todo tipo de resultados negativos, en vez de
concentrarse en cómo actuar con éxito. Reducen sus esfuerzos y abandonan pronto
sus tareas cuando surgen las dificultades. Después de haber sufrido un
contratiempo, tardan en recuperar la sensación de eficacia, debido a que
consideran una actuación insuficiente como una falta de capacidad, necesitan
pocos fracasos para perder la fe en sus capacidades. La voluntad decae
fácilmente en este tipo de personas.
Juzgarse capaz de realizar una tarea
no es lo mismo que ser capaz, pero quien se siente capaz se atreve y tiene más
posibilidades de conseguirlo que quien se juzga incapaz, ya que evita la
acción, o no se compromete lo suficiente como para conseguirlo. Ser capaz de
realizar una tarea no significa necesariamente que nos sintamos capaces de
volver a realizarla, entre otras cosas porque podemos atribuir la consecución
del logro a causas externas como la suerte.
El juicio que nos hacemos de nuestra
autoeficacia está implicado en:
• La elección de meta que haga: cuando me
siento capaz de realizar algo esto entra en mi campo de posibles opciones. Si
no me percibo como capaz probablemente ni me plantee esa tarea. Cuando elijo
una meta creo en torno a ella una especie de campo visual y afectivo que
refuerza mi percepción de que es posible alcanzarla.
• El esfuerzo o cantidad de energía y empeño
que voy a poner para alcanzarla, especialmente cuando mi meta me resulta
difícil o complicada.
• La perseverancia ante las dificultades que
surjan y la reacción ante ellas. Las personas que se juzgan capaces consideran
que el no lograr un objetivo se debe a que le han dedicado poco esfuerzo
mientras que los que no se juzgan capaces lo atribuyen a su incapacidad. El
éxito lo interpretan los primeros como resultado de su capacidad y los segundos
de la suerte.
El juicio de autoeficacia lo creamos
mediante:
• La propia ejecución, el hecho de ser
capaces de realizar algo o alcanzar una meta nos genera un juicio de
autoeficacia incluso aunque en ocasiones el éxito no se deba por completo a uno
mismo.
• Modelado, observando a otros alcanzar
objetivos, por comparativa o por emulación nos vemos capaces. A veces la frase
es “si él puede, yo puedo”.
• La persuasión que otro, al cual creemos,
nos hace a cerca de nuestra capacidad.
• La inferencia que hacemos de cómo nos
sentimos ante la meta. Ansiedad y arousal van unidos.
Cuando sentimos ansiedad tendemos a inferir que somos incapaces, que nos da
miedo realizar esa tarea. Pero la ansiedad proviene de la percepción de
incapacidad para afrontar una tarea que se percibe potencialmente como
peligrosa o dañina. Esta percepción produce dos efectos: la vivencia de un
estado de ansiedad o de arousal y una conducta de
huida. Pero puede existir huida sin ansiedad y ansiedad con afrontamiento.
Un aspecto que puede generar una
especial dedicación en el coaching, y también una
singular inquietud en los coaches, es precisamente el
origen de la inferencia de la atribución ya que se podría vincular con las
emociones del coachee.
En el coaching
se puede revisar cómo se ha creado el juicio y generar uno nuevo, ya que la autoeficacia
no es un rasgo de personalidad, sino un juicio sobre uno mismo que es
modificable y es específico para algo en concreto. Con este juicio de
autoeficacia se trabaja habitualmente en el coaching
sobre todo si está implicada la voluntad para conseguir algo. Y es habitual
también recurrir a las experiencias pasadas de éxito para fundamentar la
capacidad de la persona en conseguir su meta. Cuando la percepción de
autoeficacia es alta el foco del coaching puede estar
en la definición correcta de las metas, mientras que cuando el juicio de
autoeficacia es bajo, habría que trabajar el cambio de atribución del grado del
juicio antes de definir la meta y el plan de acción para conseguirla.
Ligado al juicio de autoeficacia
estaría el de autoestima. La autoestima se deriva de lo que otras personas
dicen de mí, y de lo que observo en mi propio comportamiento y las
consecuencias de este, así como en los pensamientos y sentimientos de los que
me rodeo.
Si me rodeo de pensamientos y
sentimientos negativos continuos es fácil que la valoración de mi autoestima
sea baja, y habitualmente entre esos pensamientos está precisamente un juicio
de incapacidad. El juicio de autoestima se puede cambiar al igual que cualquier
otro, de suerte tal que una baja autoestima puede cambiarse por una alta
autoestima.
En la voluntad también entra la
automotivación de forma muy especial. La automotivación se ve estimulada por la
autoestima, la visión de futuro, el propósito, el compromiso y la contribución
y se ve reducida cuando esperamos que las metas vengan de fuera, eludimos
responsabilidades, somos inflexibles, nos autoderrotamos o carecemos de
entusiasmo. Todos y cada uno de estos aspectos son objeto habitual del trabajo
en el coaching.
Hemos ido viendo que la voluntad no
deja de ser el resultado de las atribuciones que una persona hace sobre sí
misma, su capacidad, las metas que se propone y los resultados que espera con
ellos, y que, por lo tanto, es un conglomerado de juicios que se suman y se
potencian unos a otros tanto en el sentido tanto de incrementar la voluntad
como de reducirla.
Si gran parte de la intervención de
un coach consiste en fundamentar los juicios en los
que se basa el coachee, el desarrollo de la voluntad
sería precisamente una de las áreas singulares de su actuación y donde más
evidentes se hacen los resultados.
DIFERENTES
VOLUNTADES EN LAS DIFERENTES FASES DE LA ACCIÓN
Para conseguir un propósito se
requiere una voluntad diferenciada según sea el momento de la acción: el
inicio, la persistencia, la superación de obstáculos y la orientación a un
logro excelente. En cada momento el componente de la acción y la voluntad
requerida para empezar, persistir y culminar, es diferente y el papel del coach también puede ser diferente.
Voluntad para empezar algo: voluntad
inicial para romper con la inercia, la deriva en la rutina cómoda, la “caja de
confort” de lo conocido y habitual, los hábitos consolidados y el descenso
continuado en la espiral de la inconsciencia y, a la vez, impulsarse hacia la
toma de consciencia de lo que se quiere y ponerse en marcha hacia ello. Sin
ella no habrá cambio posible. Por sí sola no será suficiente para alcanzar la
meta, necesitará de la constancia para superar las dificultades que irán
surgiendo o solo será un intento y se abandonará. La voluntad inicial se
refuerza intensamente con la ayuda de otra persona y especialmente de un coach. El coach facilita que la
persona elija si quiere dirigir proactivamente sus decisiones y actos o
prefiere seguir igual o dejar la responsabilidad en manos ajenas. La distinción
entre locus de control externo o interno de la Teoría de la atribución
resulta tan esclarecedora, que el coachee se muestra
con frecuencia sorprendido al descubrir donde sitúa su control. Descubrir que
ha asumido un papel de “víctima” de sí mismo muchas veces es el detonante de
una explosión de indignación, estupor, sorpresa, seguido en muchos casos de
tristeza, enfado o rabia. Este descubrimiento supone un cambio de observador en
términos de coaching y resulta sumamente esclarecedor
para el coachee y necesario para su avance en el coaching. Es, probablemente, uno de los aspectos del cambio
donde más impacto puede tener el coaching, por cuanto
es el gran detonante de un cambio de dirección hacia la toma activa de
responsabilidad sobre las decisiones.
Voluntad para mantenerse en lograrlo:
voluntad perseverante, compuesta de tesón, empeño, firmeza, la voluntad
perseverante permite persistir en el esfuerzo por conseguir la meta, y se va
robusteciendo a medida que se repite el esfuerzo en conseguirlo. Esta voluntad
es la que permite alcanzar cualquier meta. También aquí el acompañamiento del coach en el proceso facilita el fortalecimiento de esta
voluntad perseverante, bien con su presencia, bien con el propio proceso de coaching que supone un seguimiento continuado de los planes
de acción, bien con la energía que adquiere el coachee
con el proceso mismo.
Voluntad para superar los
inconvenientes: en el proceso de conseguir una meta pueden surgir
inconvenientes que dificulten el avance e incluso la consecución. Es fácil
dejar de hacer algo cuando solo se encuentran obstáculos y para mantenerse con
la voluntad firme de alcanzarlo es necesario tener muy claro el objetivo y una
“visión” definida de lo que quiero conseguir. El papel del coach
facilitando la clarificación de objetivos y el diseño de la visión, va más allá
del aporte técnico que puedan ofrecer al coachee, ya
que precisamente son dos de los contenidos claves en los que se ha formado.
Además, su presencia sirve de acicate y estímulo para el coachee
Voluntad para superar las
frustraciones: la frustración es el valor que damos a tener un obstáculo entre
la meta y yo, que vivimos como un bloqueo o impedimento. La persona fuerte se
crece y madura superando sus frustraciones, gracias a la capacidad de
resiliencia, capacidad de los seres humanos sometidos a los efectos de una
adversidad de superarla e incluso salir fortalecidos de la situación. Para
Boris Cyrulnik (neurólogo y psiquiatra) “Es el factor
diferenciador entre las personas que logran superarse y triunfar, mientras que
otros arrastran su frustración toda la vida”. Las distinciones que ofrece el coach, especialmente la de víctima-responsable, y otras
como error–fracaso, facilitan que el coachee elija cómo afrontar las circunstancias de su vida y
pueda desarrollar la voluntad de superarse e incrementar su resiliencia.
Para terminar lo empezado: voluntad
para terminar bien la tarea comenzada, unida íntimamente al placer por la
excelencia y el gusto por un trabajo bien hecho, es la voluntad de logro;
requiere también la perseverancia y el trabajo continuado. Para fortalecer esta
voluntad, el coach aporta nuevas distinciones:
excelencia - exigencia, eficacia - eficiencia, que ayudan al coachee a reconocer sus criterios de acción y su utilidad y
sentido.
LA VOLUNTAD EN PLAZOS
La voluntad también varía según la
distancia temporal o material a la meta. Podemos distinguir entre:
1. La
voluntad inmediata necesaria para alcanzar una meta a corto plazo. Tal vez la
más fácil, puesto que es casi una reacción y no necesita ser mantenida mucho
tiempo.
2. Diferente
de la voluntad a medio plazo que hay que mantener durante el tiempo necesario,
semanas, meses o incluso años, para alcanzar la meta.
3. La
voluntad a largo plazo es la que mayor componente de persistencia necesita, ya
que la meta está situada lejos, a años tal vez. Es, por ejemplo, como es el
caso de la voluntad necesaria para estudiar una carrera. Para poner en práctica
esta voluntad, además, hay que tener la capacidad de esperar pacientemente el
resultado, de aceptar la demora de la recompensa, y como sabemos en Psicología,
eso es algo que desde muy niños nos diferencia.
La voluntad espontánea surge, de
forma fácil, ante algo que nos seduce o resulta atractivo y ante lo que nos
sentimos motivados. En los procesos de coaching, la
generación de voluntad inmediata ocurre como resultado de las sesiones.
En muchas ocasiones mantener una
actividad se hace difícil, bien por la dificultad o por la falta de interés.
Parece que “se nos quitan las ganas”. La apatía, el conformismo y la comodidad
limitan nuestra capacidad de ser eficientes. Es en estos momentos donde la
voluntad se hace decisiva, ya que cuando sea necesario nos impulsará a
continuar y vencer el desafío. Gracias a la definición de los objetivos y la
liberación de frenos y limitaciones, con frecuencia inconscientes, el coachee consigue la voluntad a medio plazo para trabajar
persistentemente en sus metas.
Para que la voluntad se mantenga a
largo plazo, puede ser importante llevar al coachee a
que defina lo que quiere conservar, la identificación de sus puntos fuertes y
la definición de quién quiere ser y qué quiero hacer, le darán la fuerza
necesaria para conseguir la voluntad a largo plazo que le permitirá conseguir
sus metas.