Miedo,
miedo, miedo… es la palabra que durante los últimos meses escucho con
más frecuencia en la calle, en el trabajo, cuando estoy con mis amigos e
incluso con la familia.
La
semana pasada estaba en casa viendo un telediario mientras mis hijos
jugaban con sus muñecos en el suelo de espaldas al televisor y ajenos
(o eso creía yo) a lo que pasaba a su alrededor. Tras un reportaje sobre
un incendio difícil de controlar y una noticia de una manifestación que
había tenido incidentes muy violentos, mi hijo de ocho años dejó los
muñecos en el suelo, me miró fijamente y me dijo: “Mamá, el mundo me da
miedo”. Tras quedarme impactada durante unos segundos y ver la cara de
susto que también tenía su hermano pequeño al escucharle, les expliqué a
las dos caritas que me miraban con cierta angustia que eran hechos
excepcionales, motivo por el que eran una noticia y hablamos durante un
rato de la información que habían escuchado hasta que se quedaron
tranquilos y volvieron a su juego.
Mis
hijos esperan de mí seguridad y cuando tienen un temor necesitan que les
genere confianza y tranquilidad, no que aumente su miedo o les infunda
otros nuevos, esto es de sentido común ¿no? ¿Y en el ámbito profesional?
¿La empresa fomenta el miedo, o se esfuerza por generar confianza entre
sus profesionales cuando se sienten asustados?
Las
personas que trabajan en una empresa tienen numerosos miedos, lo cual no
es extraño, sobre todo teniendo en cuenta los mensajes tan dañinos que
algunos políticos sueltan como si nada, los titulares y las fotos que
destacan los periódicos a diario o las imágenes que se repiten con
demasiada frecuencia en televisión.
Miedo
a perder el trabajo, miedo a una reducción de plantilla, miedo a no
cobrar la próxima nómina, miedo a una fusión, miedo al futuro incierto
de la empresa, miedo al fracaso, miedo a la bajada de salario, miedo a
un cambio de puesto… MIEDO.
El
miedo ha sido utilizado como mecanismo de control y dominación social
durante mucho tiempo. Hemos vivido tantos siglos en la cultura del miedo
y con un sistema de control absolutamente férreo en las empresas, que
ahora cuesta mucho romper con ello. En algunas ocasiones, ni siquiera
existe la intención de acabar con este modelo obsoleto.
El
miedo bloquea, paraliza, anula la creatividad, impide el crecimiento de
una organización y el desarrollo profesional. El miedo genera
inseguridad, percibimos el entorno más agresivo y provoca que entremos
en una dinámica peligrosa: la espiral del miedo. Los
temores van generando otros nuevos y empiezan a crecer de manera
indefinida, alejándonos de un estado donde podemos hacer algo
constructivo y enfrentarnos a nuestros propios miedos, para poder romper
esta espiral. Como dijo Sófocles: “Para quien tiene miedo todo son ruidos”.
Tampoco ayuda la figura del miedoso tóxico
que hay en cada empresa. Es quien suele buscar a personas con quien
compartir y reforzar su miedo y huye del optimista. Prefiere adoptar una
actitud crítica y/o derrotista y para ello necesita rodearse de gente
afín. De manera inconsciente va en busca de malas noticias, rumores y
nuevos temores. Y para el resto de compañeros, es más fácil dejarse
influir por estas emociones negativas que contagiarse de alguien que
contempla la vida con una actitud más positiva. Puede darse la situación
paradójica de que alguien que no sienta miedo y se muestre proactivo y
dinámico pueda hacer sentirse amenazado al miedoso tóxico. Si además
coincide que el miedoso tóxico es un directivo o un mando intermedio, su
influjo nocivo en el ambiente laboral se multiplica por 100.
Como dice Pilar Jericó en su fantástico libro No miedo en la empresa y en la vida, “sólo quien tiene poder puede generar miedo”,
por lo tanto el propagar un ambiente de confianza y deshacerse de una
gestión basada en el miedo es responsabilidad de la dirección de la
empresa. Es la que debe trabajar para contar con líderes emocionalmente
inteligentes que hagan crecer a sus equipos y que generen confianza, la
clave para luchar contra el miedo.
¡Qué
peligrosa es la incertidumbre en una empresa! ¡Cuánto daño hacen quienes
creen que la información es poder! Las organizaciones son muy porosas y
difícilmente la información que la dirección no quiere compartir se
queda ahí. Lo peor es que cuando llega a los niveles inferiores del
organigrama, el mensaje tiene poco que ver con el original, se ha
deteriorado mucho más.
El lenguaje que utiliza la dirección de la empresa cuando habla con sus empleados, la escasez de comunicación, la falta de coherencia entre el discurso y el comportamiento y la inseguridad que produce, alimenta los miedos de la organización y crea otros nuevos.
La
responsabilidad social corporativa tan en boga los últimos años,
implica que la empresa es responsable, entre otras cuestiones, de
mantener un clima laboral sano y de la seguridad y el bienestar físico y
psíquico de sus trabajadores. La dirección juega un papel fundamental y
del tipo de liderazgo que se ejerza y se promueva, dependerá en gran
medida el ambiente de trabajo.
Pero
si este argumento no resulta lo suficientemente convincente para algún
CEO, quizás sí lo sea uno de carácter económico. El clima laboral es un
factor que tiene una elevadísima incidencia en la productividad de la
organización. Los profesionales no pueden dar lo mejor de sí mismos si
no están comprometidos y sin confianza no puede existir compromiso.
Si
queremos tener trabajadores comprometidos con la organización tendremos
que buscar un diálogo abierto y transparente con ellos para ganarnos su
credibilidad y reforzar esta credibilidad ganada con el resto de
políticas de la empresa.
Ser
un buen profesional está condicionado por el ambiente de trabajo y todos
somos responsables de generar un ambiente positivo, independientemente
de cuál sea nuestro puesto de trabajo.
El
estado de ánimo se contagia a nuestros colaboradores y compañeros, así
que por qué no reflexionamos sobre qué estamos transmitiendo a los
demás.
"El miedo representa siempre las cosas bajo su peor aspecto."
Tito Livio
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