lunes, 25 de mayo de 2015

Aprender a poner el modo “Pause”

Entre los años ochenta y noventa se pusieron de moda los reproductores de video, VHS, los cuales tenían tres teclas básicas de uso: play, pause y stop. Lamentablemente aquellos artilugios disponían de otras muchas opciones, pero el ejército de analfabetos tecnológicos, en el que pese a mi corta edad por aquel entonces me incluía, no solíamos tener una especial atracción por el resto de posibilidades que aquellas máquinas nos proporcionaban. Y curiosamente de ahí hemos pasado a una sociedad ultra tecnológica, en la que como dice el refrán: el más tonto hace relojes, que viene a ser algo así como que estamos en un momento que la mayoría sabe bastante más que lo básico en cuestión de dispositivos de todo tipo.

Pero hoy no quiero hablaros de tecnología, quiero hacer un símil con el concepto PAUSE, que era aquella tecla que esporádicamente se solía pulsar cuando queríamos interrumpir el visionado de una película por unos minutos. Y esa tecla del PAUSE en nuestras vida seguimos utilizándola más bien poco, sucumbiendo al horror de las prisas en la mayoría de actividades que hacemos. Posiblemente ello se debe a que hacemos más cosas de las que podemos, pero me inclino más a pensar que es debido a que no sabemos asignar los tiempos adecuados a las cosas. De este modo, no es lo mismo leer un libro en el metro, que está muy bien para aprovechar el tiempo, que leerlo plácidamente en un sofá con total tranquilidad. Ni tampoco es lo mismo tener una conversación acelerada que disponer de un buen rato para disfrutar de un diálogo más profundo y pausado con las personas que queremos. Tampoco es lo mismo llegar a un partido de baloncesto justo cuando empieza, que ir con tu hijo media hora antes, comprar unos refrescos y palomitas, y disfrutar del colorido de los minutos previos al encuentro. Tampoco es lo mismo visitar una ciudad de manera maratoniana, que maravillarnos con lo fundamental, disfrutando del entorno y sus gentes en el intento.

Tampoco tiene mucho sentido llevar tres relojes, el de muñeca, el del móvil y el del coche o la moto, y llegar tarde a los sitios. Quizás tendríamos que recibir una educación en la que nos enseñen a que cada cosa tiene un tiempo, un momento… y que es un error ver la vida pasar sin saber ponderar adecuadamente lo que es importante y lo que no lo es, que es lo que hay detrás de ese mal uso de los tiempos.

En todo ello, no deja de ser aún más paradójico que nos esforcemos por controlar y medir todo cuanto podemos en nuestra sociedad. Y en ese empeño, una vez más nos hemos vuelto a olvidar de nosotros. Pero lleva arreglo, no os preocupéis, una buena dosis de disciplina lo cura de raíz… Yo, por ejemplo, pese a que hoy tengo una mañana muy liada, no me da la gana de renunciar a escribiros este artículo, porque lo importante siempre son las personas, vosotros, mis lectores y la gente que quiero, y lo demás son chorradas de agendas que nos empeñamos en rellenar de cosas que nos roban el tiempo a lo realmente importante de verdad, que es vivir acariciando los segundos, ¿no creéis?



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